Tienes los dedos de hielo, los labios de flor y los ojos de
fuego.
Jamás podré creer en esa cómica frialdad tuya, en el hielo
mentiroso de tus dedos blancos.
Me rechazas, te burlas, te niegas y te revuelves.
Pero tus
ojos me queman y llamean, me derriten las ideas y me comen los sentidos.
Y lo
sabes, y sabes que yo se que lo sabes.
Por eso la flor de tu sonrisa, por eso el candor y ese
ligero brillar de tus mejillas de primavera.
Porque tus ojos son brasas que me
llaman y que quieren que te busque de nuevo,
que te saque de tus calmas y te
lleve hasta tus cielos,
huyendo de las nubes que quieren taparte el Sol pagano
que te niegas a mirar.
Espérame, a mi llegada, al retorno de mis brazos firmes a
dejarte quieta y muda,
a inquietar tus calmas y dar vuelta la batea de tu
negación al aire.
(No te arrepentirás y tu sangre de mujer te lo agradecerá.)
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