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sábado, diciembre 10, 2011

De los adioses.

No tengo mucho más por reflexionar, a estas horas de azul intenso, donde el fuego parece solución o castigo, y en aquellos viejos espacios vacuos en que una larga cuerda, una botella amiga de sueños o un río de tinta roja para anotar el adiós en 4 idiomas y medio pueden ser juntos o separados un réquiem para la cobardía si se quiere, o para una valentía que ha terminado por resquebrajarse.
No es culpa suya. No es de ti o de ella, no es de él, ni de ellos ni de ellas. No es de ustedes. Lo intentaron, todos lo intentaron y lo intentamos y no resultó.
Asumo cada error y cada paso, incluso los que me han traído a este viejo lugar para cerrar el círculo. ¿Muy corto? No tanto. Confieso más de lo debido y al final ¿Cuánto más larga es la vida? ¿Cuántos pasos se caminan en verdad?

Odio esa obra de Sábato, "El Túnel". Un enfermo de aquellos. Cuándo se entra en el Tunel debe entrarse solo y dejar claro que no se arrastra al que te ama. Ese estúpido llega a eso porque quien ama no lo ama. ¿Sabe esa gente lo que es simplemente no poder amar? ¿ Lo que es tener que callar amores o fingir otros para encajar en sociedad?

Al menos se que, cómo sea que lo haga, las cosas irán para mejor.

Se bajan las viejas cortinas enrolladas en el marco de la ventana, para darle oscuridad a un sueño eterno, a un sueño enfermo, al sueño de muchos y anhelo de todos.

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