¿Así que me amabas, con cada gota de rocío que resbalaba de tus ojos?
¿Así que no era suficiente eso para la sonrisa de mi rostro?
Pues elegiste mal tu estrategia, en tu guerra solitaria.
No ponderaste tus acciones en el campo de batalla.
Te veo mirarme a través del cristal, sola.
Ahora mis manos están llenas.
Ahora tu corazón es la pequeña bolsa recogida.
Esa que un día yo parché en tus labios.
¿Pues el amarnos no era suficiente, dijiste?
Pues que pudo haberlo sido.
Pero no sabes jugar con el orgullo de un hombre.
No el de tu hombre. No era tuyo.
Si quieres recoger un anzuelo, no lo tires a las piedras.
No lo lances con plomada. No lo envíes sin espinel.
Si quieres recogerlo, podías, autómata.
Pero los anzuelos se hunden y no vuelven.
Se los llevan mil peces. Y tu te quedas con la boca abierta.
¿Así que me amabas, con cada gota de rocío que resbalaba de tus ojos?
Grandes, de pequeña. Llenos de sueños tuyos. No nuestros.
Nunca fueron nuestros. Porque nunca tuviste nada propio.
La Verdad, toda era mía.
El espectáculo de ilusiones, tuyo.
El que te hiciste primero, el que me hiciste después.
Nunca.
Nunca nada fue suficiente.