Powered By Blogger

miércoles, junio 04, 2008

Fuego para 18 otoños...




Y al fin subo este post al blog, luego de que tanta gente (En especial una bastante especial…si, tú) y tantas veces me presionaran, pero creo que se entenderá el porqué me he demorado tanto. Es lo que pienso de mi vida de “niño” (Y no es que vaya a dejar de serlo) ahora que cumplo los famosos 18 años, paso a ser legalmente un adulto, un ciudadano más de esta bella Nación, de esta histórica República en que vi la luz por primera vez.
¿Qué significa para mí ser mayor de edad ahora? Nada. No siento nada nuevo, y creo que no me ha salido nada ni crecido nada nuevo. Las muelas del famoso “juicio” están a medias pues mi madre se encargó de eliminar las dos de abajo, así que espero que no me quiten la capacidad de ser “juicioso” cuando me saquen las otras dos. ¿Quedaré así inmune ante la Ley?. Ojalá las cosas fuesen así. Porque esa es la única preocupación que me abordó al momento de ver acercarse a pasos de gigante primigenio mi año más. El verme enfrentado a la Ley en su totalidad, a encontrarme de frente con una independencia legal que quizás no estoy seguro de poder manejar de manera adecuada. Pero quizás son vanas preocupaciones, nunca he tenido problemas con la Ley ni con sus representantes uniformados (Mi más sincero pésame a esa noble y gloriosa institución que es Carabineros de Chile y a sus familias) ni civiles, y no veo la razón por la que vaya a tenerlos a menos que me meta en un embrollo económico de deudas y cosas por el estilo o que el ser “políticamente incorrecto” y tan termocéfalo y arrebatado en esas lides me haga cometer alguna barbaridad. De todos modos, difícil. Si pregono acerca del poder de la mente, no veo porque deba ceder ante un entrampado consumo o una desbordada pasión.
No he tenido problemas nunca y eso se lo debo, en gran medida a los valores con que me han formado a lo largo de mi vida, en especial mis abnegados padres. No puedo quejarme, ha sido una muy buena vida.

Desde el momento en que nací, aquel 12 de Mayo del año 1990 (101), aprendí que la vida es una lucha, una gran batalla en la que triunfan sólo los mejores y más fuertes, o así debería ser. Débil, prematuro y enfermo cómo nací, lo más probable es que la muerte era algo cercano en ese momento, pero la decisión de mis padres al verme sano en lo que respecta a orgánico y físico, fue lo que me salvó y permitió crecer en esa pequeña y tranquila ciudad satélite que es San Pedro de la Paz de donde guardo todos los bellos recuerdos que un niño en mis condiciones puede guardar. Juegos, amigos, aprendizaje, cariño de mi familia, procesos tan importantes como aprender a caminar, a hablar, a relacionarme con coetáneos de ambos sexos, querer a mi familia, a amar a mi Patria, a vivir. De esa época nunca olvidaré los paseos en triciclo por la Villa Icalma, los juegos en el jardín con mi amigo Daniel y mi amiga Pauli, los dulces que me regalaba mi abuelita Aurora y los juguetes que hacía mi Tata Lalo, mis primeras peleas, mis primeros “amores”, a los que regalaba flores robadas del espectacular jardín de mi tía Ana, las salidas a caminar por el paseo a orillas del Bío Bio, de esa frontera ancestral, para observar los patos y los coipos (En los tiempos en que los ríos en Chile aún tenían patos y coipos), el cruzar en jeep por el “Puente Viejo” para ir a la “Plaza de los columpios” (Parque Ecuador) y a la ciudad en que nací, Concepción, para ir a la “Plaza del Reloj” (Barrio Universitario de la UdeC) a buscar a mi madre y a tirarle pan a los cisnes, los multitudinarios cumpleaños que celebraba en mi casa con mis amigos del Jardín Arcoiris (Si, se llamaba así y qué), y el inventarle un jardín a mi hermana para que no llorara por no ir al jardín. Y lo más importante, y se lo debo a mis padres, aprender a escribir y sobre todo, a leer. Y tomarle el amor a la lectura. Demasiado amor. Eso es algo que yo creo, marcará mi destino para siempre.
Y un día nos subimos al Nocturno de Concepción y aparecimos en San Felipe el Real de Aconcagua, donde mis primos Espinosa Reske, alojando en su casa, en lo que yo creía otro viaje. Pero mi tía me había inscrito en el nuevo colegio promesa (Buena palabra para describirlo, promesa) de San Felipe, el Colegio Inglés Greenland College San Felipe. Y ahí entre en Marzo. Nuevos amigos, aún recuerdo el primer día, en que me presenté y conversé con un pequeño e inocente niño de nombre Javier Reyes (Si, el Javier que adoran algunos), la primera persona de ese colegio con la que me atreví a hablar. No me demoré mucho en conocer más gente, hacer muchas amistades, si nombrara a todos los que conocí en esos días de balbuceos y orines en la sala, hay muchos que ahora son “top” (No tanto como Carla…jejeje) en San Felipe. En esta ciudad, en este Colegio, he hecho mi vida. Pese a todos los adjetivos (des)calificativos que podría usas contra ambos, no puedo negar que aquí es donde me he formado y forjado, y donde he conocido a tantas personas maravillosas y otras no tanto. Amigos y enemigos, aliados y rivales, amores y desamores. Esos años de básica en donde jugué, destaqué, le tomé el gusto al triunfo y me di cuenta que no me gustaba ni el fútbol ni el básquetbol ni el volleyball. Recuerdo lo mucho que me gustaba jugar a la escondida y correr alrededor del colegio para evitar que me encontraran. En esa ruinosa sede que tenía el Colegio en Abraham Ahumada cuando jugábamos a Dragon Ball, o nos encerrábamos en los closet, o nos escondíamos donde la Señora Norma o esos años en que todos los recreo jugábamos a Pokémon con aventuras y monos inventados por mi amigo Felipe y todo lo que molestaba a mi amigo Chehui. Las idas a casa del Chico a jugar y el invitar amigos a mi casa, mi linda y llena de recuerdos casa de calle Toromazote 622. Esa casa que hasta me parecía embrujada, con su techo alto de vigas de madera, y el añoso y gigantesco morero a la entrada y que daba la sobra bendita en las calurosas tardes sanfelipeñas. Esos años, tal pareciera que pasaron en el relajo y el juego. Recuerdos de oro.
Todo cambia desde 2002 cuando el Colegio unió sus dos sedes en la sede única de la Troya, que parecía que no iba a llegar nunca. Sexto básico y los 12 otoños cumplidos me indicaban que algo pasaba, que jugar ya no me bastaba… las niñas se veían distinto y yo estaba cambiando muy rápido. Y con ello mi forma de ver y enfrentar el mundo, sentí que las clases eran distintas, pero el gran descalabro vino en séptimo, cuando profesores como el Sr. Peña o Crino, profes de Media, me hicieron exprimir mi cerebro hasta bajar mi promedio y llenar mi cara de esa plaga que comenzó en sexto y que sería mi tortura por todos los años venideros: el acné. A todo esto, usaba frenillos desde Marzo de 1998, y ya me había acostumbrado bastante a ellos. Comienza mi búsqueda de una identidad, política, religiosa, cultural, de estilo, en fin; comenzé a circular por las más variadas tendencias hasta que de equivocación en equivocación terminé el 2004 con acontecimientos muy desagradable que me haría replantearme todo de nuevo.
Y así entré a la educación media, a cumplir los locos 15 años y enfrentar el factor NEM, las temidas notas que harían peso para bien o para mal en mi puntaje PSU y el momento de comenzar a definir, aunque con tiempo, que demonios quiero hacer con mi vida. Por esos días quería Biología Marina… como cambiarían las cosas. Y es que en realidad cambié mucho a partir de ese año. Se fueron muchos amigos y amigas en octavo, y llego mucha gente nueva en primero, además que viví muchas cosas que me hicieron cambiar mi manera de ser, de pensar y sentir. Ese año conocí mucha gente especial que sería muy fundamental en mi vida en los siguientes 4 años. Gente que formaría mi manera de ser, que influiría en diversos aspectos de mi vida. Ese año, digamos también que fue mi año libertino. Una mina por fiesta era común. Conocí por primera vez lo que era emborracharse, reírse por tonteras y tambalearse al caminar. Fiestas casi todos los fines de semana. Que loco año fue ese, sintiendo lo que no debía, esperando algo que nunca llegaría y desechando algunas oportunidades que debería haber aprovechado. Terminé cosas que no debería haber terminado por creer que cosas muy improbables podrían pasar. Esa fue la ironía de mi 2005.
Llego a 2006 replanteándome muchas cosas, como mi forma de querer a la gente, o el área que debo seguir. Empiezo mi vida de política estudiantil de lleno, ingresando al Centro de alumnos de mi Colegio en calidad de Tesorero y Director y adhiriendo con pasión a las movilizaciones estudiantiles. Ese año me calmé en el sentido de fiestas y, digamos, mujeres, pues estuve en medio de un lindo compromiso 6 meses de ese año. Ese año tuve que enfrentar con fuerza una situación, al mismo tiempo, cercana y ajena a mi persona. Tuve que probar hasta que punto estaba dispuesto a actuar por la amistad de alguien, que se negaba a dejarme defenderla de la manera, a mi juicio, adecuada. Ese fue un buen año, en el que sentía mi vida bastante completa e íntegra, envuelta en un gran equilibrio, roto de vez en cuando en una que otra fiesta. Ese año me di cuenta de cómo pueden cambiar las personas.
De 2007 no puedo decir lo mismo. No fue en absoluto un año bueno. Pasaron cosas que escapaban a mi control y me hacían cuestionarme situaciones que nunca antes me había cuestionado. Sentí, yo creo que damasiadas cosas para un solo año. Cosas que no podía evitar sentir, o pensar, y que se sucedían unas a otras rápidamente. Fue un año de sueños rotos. Nunca olvidaré la esperanza de viajar a Canadá a seguir lo que aún creo que es mi destino, a aprender todas las cosas que en el maldito año 2007 no pude aprender. Sin embargo, pasaron cosas buenas. Consolidé relaciones muy importantes con mucha gente. Y como dijo Nietzche, "Lo que no me mata, me fortalece". Y como el año partió mal, obviamente terminó pésimo. No lo digo por una cosa, si no por casi todas.
De todos modos, este verano que pasó fuimos a Estados Unidos, a la Gira de Estudios, ese viaje maravilloso. Fue, creo que una de las mejores experiencias de vida que tengo, pues conocí muchos lugares y a mucha gente; otras realidades, casi otro mundo. Crecí en muchos aspectos (hacia los lados en especial) y aprendí muchas cosas nuevas.
Y así llego el 2008, cuarto medio, último año, ya con mi futuro decidio, planeado paso por paso. Listo para enfrentar otro año de lucha, y bastante decisivo, digamos.
En lo que va de año, ha sido muy bueno. Recuperé cosas perdidas, y aunque algunos treaten de quitármelas, no lo lograrán...¡No a mí!
Ha sido una buena vida, no me quejo. 18 otoños luchando, en esta batalla que ha estado rodeada de buenos camaradas, y enfrentado a muchos enemigos. He dedicado mi vida a mi Patria, a mis ideales, a cumplirlos en cada una de mis acciones y dedicar cada uno de mis logros a la gloriosa bandera de la tierra que me recibió al nacer. Por que estos 18 años, han sido en Chile, en este Chile mágico, que me ha cobijado bajo su azul cielo. Mi Patria, mi familia, mis amigos, mis ideales, han sido los factores que han guiado mi camino. Un camino oscuro para el que he necesitado fuego, que siempre alguna luminaria me ha dado, desde viejos soles hasta puntitos de luz. He tenido de todo lo que he quierido, relativamente. Ni hambre, ni frío. He sido afortunado.
Si hay algo de lo que pueda quejarme, no es digno de mencionarlo en comparación con las cosas buenas. El Tao dice que hay que sobreponer la luz a la oscuridad, aunque estén intrínsecamente unidas. He conocido la alegría, la pena, el orgullo, el oprobio. De todo un poco. Pero si sigo la filosofía del equilibrio, conoceré más, sin morir en el intento.