
Los días que han transcurrido aquí en Boston han sido de lo más agradables. El clima nos ha acompañado de una manera esplendorosa, con inclusive uno que otro día soleado, y un par de días de lluvia copiosa, pero que no han empañado las salidas en los van y las visitas a los distintos museos. El primer día, fue el orden completo y minucioso de la casa, más una salida antes de almuerzo a visitar un mall en el que me dominó una fiebre de consumismo que me levó a comprar varias cosas, no inútiles, pero que podría haber reflexionado y esperado más para comprarlas. desde ese día dejamos establecido el sistema de armar grupos de a tres para almorzar, con US$21 para el grupo.El sistema de las duchas, sólo en la noche para apurar las salidas en la mañana, ya que sólo hay un baño para la casa.Nuestros días han sido la siguiente rutina: Levantarse, comer y lavarse; salir a museo; almuerzo afuera; visita a mall; jornada en el supermercado; cena en casa y acostarse.
El segundo día, el martes 29, fuimos a patinar sobre hielo, lo que fue sin duda una experiencia un poco extrema, ya que por ser mi debut en tales lides, sufrí diversas caídas, además de la primera media hora de no poder hacer absolutamente nada sobre ese par de cuchillitos que parecían sólo resbalar sobre el duro hielo que esperaba furioso a codos y rodillas. Finalmente terminé pasándolo bien, pero muy muy adolorido. Luego, fuímos a comer, y me atreví con la cocina griega que, sinceramente, me llenó demasiado como para animarme de nuevo por largo tiempo. Finalmente fuímos al edificio más alto de Boston, el Prudential, y subimos a su último piso, para contemplar una hermosa y amplia vista de la ciudad y visitar algunas salas que ilustran su historia, llena de gente venida de todas partes del orbe.
El tercer día, el profe nos llevó al Museo de Ciencias de Boston, una mezcla entre un museo tradicional y la magia del MIM. Animales disecados, fósiles, demostraciones interactivas de las leyes de la física y la química, muestras tecnológicas y astronómicas, anatomía... salas rebosantes de cosas muy interesantes para aquellos deseoso de aprender...cosa que no se da en cierto número de mis compañeros aquí presentes. Destaco y recuerdo de manera especial el modelo a escala real del Naboo Starfighter n-1 de Star Wars presente en la sala de tecnología.Después fuimos a un mall a almorzar, donde nos atrevimos (Carlos, Felipe y quien escribe, el grupo de almuerzo) a probar una delicia tailandesa, el pollo a la naranja, una mezcla ideal de dulce y salado, pero el dueño del restaurant, al notar que eramos extranjeros salió a atendernos personalmente, y sus empleadas, descontroladas ante tal acontecimiento, nos sirvieron casi medio kilo de comida a cada uno, y a mi más pues pedí ración grande, por lo que tuvimos que botar casi la mitad, llenos como estabamos. Además, algo gracioso, fue que el tailandés, al ver que el resto de los compañeros se detenían a conversar y degustar con nosotros, enloqueció y nos bajó en casi dos dolares el precio del almuerzo, pero nadie más se entusiasmó y tan sólo los tres comimos ahí, pagando por anticipado la cuota rebajada. Mucha suerte, que redundó en unas ricas bebidas. Ese día realizé mi primera compra grande y planificada, mi traductor electrónico inglés-español, que me solucionaría los problemas de vocabulario y pronunciación que a veces me asaltaban durante mis conversaciones con los anglohablantes con los que trataba. Me encantó, con muchas funciones diseñadas para el viajero especialmente, así como al traductor y al profesor de inglés. Absolutamente profesional.
El cuarto día, enfilamos rumbo a la Universidad de Harvard, a conocer tal recinto lleno de historias y tradiciones, casa de estudios de multitud de grandes intelectuales. Fuimos más específicamente a su museo de Historia Natural, lleno de inmensas colecciones de animales disecados, muestras botánicas y geológicas, fósiles y esqueletos. Recorrer el museo completo fue un esfuerzo titánico, pues era demasiado gigante. Fue una jornada de mucho aprendizaje, pude conocer de cerca el tamaño real de muchos animales. Y de tantos de esos dinosaurios con los que soñé en mi infancia... además ¡Muchos minerales eran chilenos!
En la tarde fuimos a almorzar a casa de Tía Rosita, la gentil señora que nos ha ayudado a través de todas las generaciones ha gestionar el viaje, ya que ella trabaja en el consulado de nuestro hermoso país. Ahí comimos pizza y partimos hacia diversos centros comerciales, donde no compré nada y me aburrí mucho.
Llegamos tan tarde a Revere (La "comuna" donde vivimos en Boston), que apenas encontramos donde comprar los alimentos.
El quinto día, nuestra ruta fue hacia el Museo de Bellas Artes. Museo que, definitivamente me encantó, es decir, lo que pude ver; pues era aún más grande que el anterior, y por recordar especialmente a una personita me detuve mucho tiempo en las salas del arte egipcio... perdiéndome las muestras de Piccaso, y otras, pero es no importó. Ver muestras de arte milenaria de Grecia, Roma, Egipto, China, India, y algunas de la Europa post 1000. Excelente.
En ese lugar conocimos a un curador muy curioso, medio afeminado y que sabía sólo 4 palabras en castellano: "mariposa"(¡Uuuuy!), "alcachofa", "zanahoria" y "piña" ("pinia").
Esa tarde volvimos al primero mall. En ese lugar almorzé unas malditas plasticohamburguesas y me compré mi ansiado laptop. Pensaba comprarlo en Miami para no andar con el bulto todo el viaje, pero la mala calidad de los cyber me hubiese impedida mantener tal fluidez en la comunicación.
Y estos fueron los primeros cinco días en Boston.