




Y ya estoy en los Estados Unidos. No es la gran cosa.En un par de días narraré lo que hasta ahora he hecho, que ha sido mucho y muy divertido. Pero creo que hay que comenzar contando el duro viaje que emprendí para llegar a estos bellos lugares.
El viaje a Santiago, luego de despedirme de mi familia y amigos, fue bastante tranquilo, escuchando los sabios consejos de mi abuelo y tomando agua para compensar la deshidratación que los últimos calores que sentiría provocaban en mí.
Luego, la interminable espera en el aeropuerto, haciendo una fila que parecía no comenzar a moverse nunca, para poder comprar los pasajes y pesar el equipaje. El encargado me tomó por alemán por el apellido y me preguntó un par de tonteras que solo atiné a responder con mi desconocimiento del idioma. Después de un fácil paso por INTERPOL y de una espera de largas caminatas en la puerta de salida, emprendí mi primer vuelo en avión.
El despegue, todo bien... excepto por mis oidos que se sintieron un poco por el cambio de altura.
El viaje fue entretenido, sentado junto a mi amigo Carlos, conversando pero tratando infructuosamente de dormir. Además no logré mirar mucho por las alejadas ventanas. Y así transcurrieron 8 horas de escuchar musica, ir al baño, trasnochar y esperar. Una que otra turbulencia, como para reirse un poco, rica comida y azafatas...para el olvido.
Para el momento del aterrizaje, mi cabeza parecía a punto de estallar, mi estomago amenazaba por saltar por mis cuencas oculares, pero nada más. El toque de tierra ni se sintió.
Luego aterrizamos en Miami, donde el trato fue horrible, me revisaron mucho y solo mi dominio del inglés me salvó de las vejaciones que sufrieron algunos compañeros. La cantidad de latinos prepotentes era enorme. Al grupo curso lo dividieron en dos, con una hora de diferencia deldespegue. Mis amigos se fueron en el primer vuelo, y esperé solo la hora para despegar y aguanté el viaje de 3 horas hacia Nueva York mirando el ya amanecido paisaje.
La llegada a Nueva York llegó con malas noticias, a mi amigo Felipe se le perdió su maleta pues la enviaron en vuelo equivocado. Asi que siguiero 2 horas de espera, o más, para ver si llegaba en el vuelo siguiente. En la espera conté 18 "discípulos del oro". Si son los dueños de este país.
Nos fuimos sin la maleta en medio de un frío cortante en el mismo auto que usa la Presidenta de Chile. Un recorrido por New York mirando edificios emblemáticos como el Empire State.
Hasta llegar a la caótica Chinatown. Ahí fuí a conocer y admirar un hermoso templo budista. Y nos soltaron a almorzar. Eso fue el infierno mismo. Con 10 minutos escasos para la llegada del bus, buscamos comida rápida entre los restoranes chinos. Preguntarle a los amarillos era inutil, su acento del inglés era ininteligible. Así que buscando nada más que caucásicos para poder entender indicaciones que finalmente ignoramos para comprar unos extraños y dudosos completos a un chino que estaba junto a la terminal. Por ir a buscar a los rezagados que insistieron en comprar en Mierdonals, tuve que esperar un segundo bus, sin mis amigos. Eso fue fatal pues descordinó el quipaje y estuve una hora sin encontrar mi bolso de mano...con dinero y cámaras. Que afortunadamente apareció. Ese viaje fue lento, caluroso, y con un chino loco al volante que manejaba pésimo.
En Boston, al llegar, tuvimos que tomar el metro, hacer cambios de lineas y caminar por el frío de la noche Bostoniana. Finalmente, cuando iba a morir de hipotermia al pelo de la barba, fuimos recogiodos por la Tía Rosa de la Embajada que nos llevó a la casa.
Y ese fue el viaje.